jueves, 18 de septiembre de 2014

Por un Millón de Pasos: Alcalá la Real

Alcalá significa población fortificada. Más que apropiado el nombre que le fue dado por  Alfonso XI tras conquistar, definitivamente, en 1341 un enclave que, durante más de 150 años, marcó la frontera entre los Reinos de Castilla y de Granada. Ese carácter fronterizo propició el enriquecimiento cultural y su crecimiento gracias al intercambio de ideas entre dos culturas en continua lucha, pero también, condenadas a entenderse durante largos periodos de convivencia. Precisamente, el modo de vida en la frontera es el hilo argumental del centro de interpretación abierto al público y en el que, repartido en diferentes escenarios y a través de distintos medios (paneles, recreaciones, representaciones, montajes audiovisuales…), el visitante conocerá de forma amena y participativa el modo de vida en los territorios fronterizos, los oficios de la época, los personajes típicos y sus funciones, la producción agraria, el papel de la mujer, etc.


Desde sus orígenes, Alcalá la Real fue un enclave apreciado al ser lugar de paso obligado de las vías que, desde la costa, se dirigían hacia el interior de la Península. No es de extrañar, pues, que la defensa de la ciudad fuera una de las principales preocupaciones de las distintas autoridades, tanto musulmanas como cristianas. Ello marcó no sólo su urbanismo y arquitectura, sino también la vida de sus gentes, dedicadas en buena parte a la actividad militar, sus manifestaciones religiosas o su tiempo de ocio.

Alcalá reproduce el esquema general de la ciudad islámica, en tres conjuntos fortificados: la madina, el alcázar y el arrabal. Es por este último por donde podemos comenzar nuestra ruta hasta la cumbre del cerro donde, junto al alcázar, se sitúa el otro edificio que sobresale entre el conjunto monumental amurallado: la Iglesia Mayor Abacial.

Llamado por los cristianos Arrabal Viejo o Arrabal de Santo Domingo, de este recinto quedan algunos restos, entre ellos, un gran lienzo de muralla que circunda la ladera Sureste de la Mota y la iglesia de Santo Domingo de Silos, hoy en ruinas, de estilo gótico y, según algunos autores, edificada sobre una antigua mezquita.

De la antigua medina, por su parte, podemos ver algunas de las numerosas puertas o restos de torres que formaban parte del complejo sistema de acceso hacia la cumbre de La Mota. Es el caso de la Puerta de las Lanzas, la Puerta de la Imagen, una de las principales puertas de la ciudad y muy similar a la Puerta de la Justicia de la Alhambra de Granada, o la Puerta del Peso de la Harina, atravesando la cual se accede directamente a la Plaza Alta. Además, también destaca la llamada Torre de la Cárcel, durante años en  ruinas a causa de una voladura durante la guerra napoleónica y restaurada recientemente.

El recorrido por el antiguo recinto medieval desemboca en la cumbre del cerro donde se enclavan el Alcázar y la Iglesia Abacial, símbolos de la ciudad. De forma triangular, el Alcázar está formado por tres torres, la de la Campana o de la Vela, la Torre Mocha y la Torre del Homenaje, la de mayor altura (20 metros) y en la que se sigue apreciando su origen islámico.


Con la conquista de Granada, las necesidades defensivas fueron decreciendo y la población trasladándose hacia las zonas más bajas. Aún así, el recinto fortificado de La Mota siguió siendo el centro del poder civil y religioso. A ello contribuyó el hecho de que, a partir de la conquista cristiana, Alcalá se convirtiera en sede abacial lo que se tradujo en un importante desarrollo socio-económico durante la época renacentista. La Iglesia Mayor Abacial en La Mota, junto con el antiguo Palacio Abacial en el actual centro urbano, son los máximos exponentes arquitectónicos de este periodo.

Edificada entre los siglos XVI y XVII sobre la antigua iglesia mandada construir por Alfonso XI, en ella se observan diferentes estilos artísticos. Mientras, poco a poco, La Mota se iba despoblando con el paso de los siglos, la Iglesia Mayor Abacial fue el único edificio que siguió en funcionamiento hasta la llegada de las tropas francesas en 1810. Estas, después de desmantelarla, le prendieron fuego en su retirada. Fue el punto de partida de un proceso de abandono y deterioro, en el que fue utilizada como cementerio e, incluso, llegó a ser demolida en parte por orden municipal.

Junto al soberbio conjunto monumental de la Fortaleza de la Mota, Alcalá la Real conserva un centro histórico muy interesante. Se trata de una ciudad media de Andalucía equidistante entre las ciudades vecinas de Córdoba, Granada y Jaén, donde conviven en perfecta armonía la tranquilidad y el sosiego del mundo rural, en un entorno natural privilegiado como es la Sierra Sur, con los modernos y cualificados servicios de una ciudad del siglo XXI.

martes, 16 de septiembre de 2014

Por un Millón de Pasos: Castillo de Alcaudete

Es uno de los máximos ejemplos del poder que, en la Edad Media, alcanzó la Orden de Calatrava, a la que el Rey Fernando III el Santo encomendó la protección de la frontera occidental del reino de Jaén frente al reino nazarí de Granada. El castillo, uno de los mejor restaurados de España, cuenta con un centro de interpretación dedicado a su evolución histórica y, en especial, a la etapa que estuvo ocupado por los monjes-guerreros.


Una buena forma de conocer el castillo de Alcaudete puede ser participar en alguna de las cenas o almuerzos medievales o en las recreaciones históricas y visitas teatralizadas que organiza y ofrece la empresa de gestión turística local en colaboración con el ayuntamiento y otras entidades. De este modo, ataviados con los trajes de la época y de la mano de algunos de los ilustres personajes que habitaron entre sus muros, conoceremos la historia de esta imponente e inexpugnable fortificación. En cualquier caso, siempre podremos optar por la clásica visita al recinto (accesible, además, para personas con movilidad reducida) y recorrer el Centro de Interpretación de la Orden Militar de Calatrava, en el que, por ejemplo, veremos las armas y máquinas de guerra que empleaban los monjes en sus incursiones o conoceremos cómo era su vida en el interior del castillo.

Entre los siglos XIII y XIV, Alcaudete se convierte en un enclave de vital importancia dentro de la frontera con el reino nazarí de Granada. De hecho, la pugna entre musulmanes y cristianos por hacerse con tan codiciada plaza fue una constante, aún después de la batalla de las Navas de Tolosa. Finalmente, se encarga a esta orden militar el control y la defensa de la frontera occidental del Reino de Jaén y serán los monjes calatravos los que levanten este castillo sobre la base del antiguo fortín árabe. Desde aquí se abastecerán y saldrán las tropas que van a participar en incursiones en territorio musulmán y aquí volverán también en busca de resguardo y aposento.

La Orden de Calatrava reforzará el carácter defensivo de la plaza para tratar de hacerla lo más inexpugnable e inaccesible posible y para adecuarla a las nuevas estrategias de combate, dado el incipiente uso de la artillería (por ejemplo, redondeando las esquinas en algunas de sus torres). De la antigua fortaleza islámica utilizarán sus defensas como antemuro o falsabraga, es decir, una muralla más baja que la principal, que se levanta delante de ésta y que aún se conserva.

Los monjes mantienen dos de las tres puertas que en la etapa árabe daban acceso al recinto: la puerta principal, en la zona norte, defendida por dos torres, y la poterna o puerta falsa, situada en el extremo sureste, de tamaño más reducido y protegida también por una torre conocida como la Torre del Reloj.

Una vez dentro del recinto, el aspecto del castillo de Alcaudete es muy similar al que tendría hace ocho siglos. El minucioso trabajo de restauración llevado a cabo ha hecho posible que buena parte de las edificaciones y estructuras de la fortaleza hayan recuperado el aspecto que debieron tener entonces. El recinto cuenta con tres aljibes, sobre uno de ellos, el ubicado junto a la puerta principal, se sitúa el cuerpo de guardia, encargado de controlar el acceso al castillo y comunicado directamente con el adarve de los lienzos de la muralla. Llamados también caminos de ronda, estos pasillos eran solo frecuentados por la guardia que, de este modo, podía recorrer todo el recinto y acceder a las seis torres que lo defendían. El de Alcaudete es uno de los castillos donde mejor se puede apreciar este tipo de estructura.


En la zona sur del perímetro amurallado se encuentran las caballerizas, recuperadas hoy día como sala destinada a la celebración de actividades varias, y la sala capitular, situada justo encima de estas últimas. Pero, entre todas estas edificaciones, en el centro de la fortaleza y en el punto más elevado del cerro, destaca la espectacular Torre del Homenaje, símbolo del poder de la Orden, imponente por sus dimensiones (22 metros de altura y muros de hasta tres metros de grosor) y prácticamente inexpugnable por la dificultad de su acceso. En ella, además del aljibe y el almacén para guardar los víveres, en la última planta, se localizaba la residencia del comendador.

Tras la toma de Granada y el fin de los conflictos armados, el castillo perdió su función militar para convertirse en residencia al ser entregado al señorío de los Fernández de Córdoba. Los señores de Alcaudete colocan sobre la puerta principal sus escudos heráldicos, aún visibles, y acometen numerosas reformas que afectan prácticamente a todas las edificaciones del castillo, incluida la Torre del Homenaje, cuya primera planta se transforma en un salón con chimenea, mientras que la segunda, antaño uno de los espacios más importantes del castillo, se convierte, curiosamente, en un palomar. Asimismo, los nuevos propietarios construirán nuevas dependencias en el recinto, entre ellas las propias de una residencia palaciega con una gran escalera imperial de las que hoy poco se puede ver ya que, los continuos expolios y, después, el terremoto de Lisboa de 1755, acabaron por derruirlo.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Por un Millón de Pasos: Camino a Granada

Castillo de Torredonjimeno

Sirvió de estancia para reyes y señores. En su Torre del Homenaje cuenta la tradición que se escribió el primer libro sobre el arte de torear que se conserva en España e, incluso, llegó a albergar una fábrica de aceite. El castillo de Torredonjimeno ha cumplido numerosas funciones.


El castillo de Torredonjimeno fue construido por los árabes para proteger a la población de una pequeña alquería rural. Se trataba de una fortaleza rectangular, de tamaño medio, que tras la reconquista fue ampliamente reformada por la Orden de Calatrava. De esta fase se conserva un torreón que puede verse en el patio del colegio público Puerta de Martos. La torre está unida a otra a través de lienzos de muralla de un metro y medio de espesor si bien este último torreón, visible desde la calle Cantera, está muy alterado por remodelaciones posteriores.

A finales de la Edad Media el castillo pasa a ser residencia señorial. En el interior del recinto podemos contemplar parte de esa casa palacio del siglo XVI en la que destacan varias de sus dependencias techadas con alfarjes policromos de estilo mudéjar.

Castillo de la Villa y Peña de Martos

Durante gran parte  del siglo XIII Martos pasa por ser la principal plaza de la Orden Calatrava frente al Reino de Granada. Elegida por la orden militar por su estratégica situación, los castillos de La Villa y de La Peña formaron uno de los enclaves defensivos más importantes de la provincia jiennense. Los restos visitables que se conservan en el casco urbano se corresponden con la torre del homenaje del castillo de la Villa que, actualmente, alberga un Centro de Interpretación de la historia de la localidad.


Tras su restauración, la torre puede ser visitada (previa cita telefónica) y acoge en su interior el Centro de Interpretación Cultural e Histórico de Martos. Asimismo, también es interesante para el viajero ver otros torreones construidos por los calatravos y que formaron parte de la defensa de la ciudad: es el caso del de la calle Real, la torre Almedina (en la calle del mismo nombre) y la situada bajo el campanario de la iglesia de Santa María de la Villa. Además, entre el caserío del barrio de la Villa y la calle Adarves asoman diversas torres y lienzos de murallas de la que fuera primitiva fortaleza árabe.

La torre del homenaje fue construida por la Orden de Calatrava dentro las obras llevadas a cabo tras la reconquista para reforzar el sistema defensivo de la fortaleza. Los calatravos eran conscientes de la estratégica situación de la ciudad en la lucha contra el Reino Nazarí y la convirtieron en su bastión defensivo más importante desde el que, por ejemplo, se acometió la conquista de municipios próximos como Arjona, Torredonjimeno o Torredelcampo o el asedio a la ciudad de Jaén.

Hasta su definitiva derrota, los árabes intentaron en varias ocasiones recuperar la plaza de Martos. Una de esas incursiones ilustra una de las leyendas que surgieron en torno al castillo de La Villa, la de Doña Mencía de Haro. Según la tradición, la noble vistió y armó a sus damas en ausencia de hombres soldado y las hizo comparecer en las almenas de la fortaleza con el fin de disuadir a los árabes que, al enterarse de que el castillo estaba desguarnecido, marcharon hacia el lugar para conquistarlo.

Además de este castillo urbano, Martos cuenta con una segunda fortaleza, el castillo de La Peña, construido también por la Orden de Calatrava en el siglo XIII en la cumbre de la Peña. En este caso, el acceso a la fortificación es algo más complicado, pero, a la vez, tentador para los amantes de la aventura, pues hay que subir a más de mil metros de altura por un camino señalizado que se recorre en unos 40 minutos. Más allá de la visita a los restos de la fortificación, desde arriba se contemplan unas impresionantes vistas de gran parte de la provincia, hasta el punto de que hay, incluso, quien señala que estas son muy parecidas a las que se pueden disfrutar desde un avión. La visita es recomendable para aquellos aficionados al senderismo y la naturaleza y puede completarse con un recorrido por la Vía Verde del Aceite.