martes, 26 de agosto de 2014

Por un Millón de Pasos: Castillo de Santa Catalina

Ejerció un papel clave durante las contiendas entre musulmanes y cristianos, pero, además, el Castillo de Santa Catalina tuvo también especial protagonismo durante la Guerra de la Independencia, al convertirse en un importante centro de operaciones para las tropas napoleónicas. Desde su privilegiado emplazamiento se pueden contemplar unas vistas únicas de gran parte de la provincia, de la ciudad de Jaén y, especialmente, de su catedral.
Tres fortificaciones llegaron a conformar la antigua fortaleza construida en la cumbre del Cerro de Santa Catalina: el Alcázar Viejo, levantado durante el reinado del Rey Alhamar, el castillo Abrehui y el Alcázar Nuevo, ordenado construir por Fernando III en el siglo XIII. De los tres, este último es el que conserva y mantiene más o menos intacta su estructura original, ya que los dos primeros fueron derruidos a mediados del siglo XX para construir el actual Parador Nacional de Turismo, valorado hoy día como uno de los mejores hoteles-castillo de Europa.


En el primer cuarto del siglo XIX las tropas napoleónicas convierten el recinto fortificado en un gran acuartelamiento o plaza fuerte desde la que acometen un riguroso control de la mayor parte de la provincia y, sobre todo, de los pasos estratégicos de Sierra Morena. Para ello, distribuidos entre los tres alcázares, instalaron alojamientos para la tropa regular, caballerizas, calabozos, oficinas, polvorines y, hasta incluso, un hospital con cincuenta camas. De todo lo ocurrido en aquellos años sabemos por los restos que se conservan y por los planos y algunas fotografías realizadas a finales del XIX y principios del XX.

En cualquier caso, la imagen que, actualmente, podemos ver del Castillo de Santa Catalina corresponde más a la que contaba en el medievo que a los cambios hechos por el ejército francés. La fortaleza que hoy podemos visitar tiene una planta casi triangular y está protegida por seis torreones, entre los que destaca la Torre del Homenaje, con 40 metros de altura. Junto a esta, la Torre de las Damas, encargada de proteger el acceso al Castillo; dos torres albarranas (una de las cuales alberga la capilla de Santa Catalina, patrona de la ciudad); la Torre de la Vela, desde cuya azotea se emitían señales luminosas a otros puestos defensivos del entorno, o la última, la Torre de las Troneras. Aquí encontramos otro de los elementos curiosos de la fortaleza, ya que, desde el Medievo, esta torre fue utilizada como letrina, algo no muy común en los castillos de la época y uso que también los franceses optaron por mantener.

Asimismo, según las últimas excavaciones realizadas en la zona, se sabe que en el interior de la antigua fortificación árabe existió un palacio o zona aúlica, de la que se han encontrado algunos restos de elementos decorativos, y que sufrió diversas transformaciones a lo largo de las diferentes etapas históricas. Algunas de sus dependencias, en determinados momentos, cumplirían no sólo una función residencial, sino que también albergarían espacios administrativos o serían lugar de trabajo de los funcionarios estatales.

lunes, 18 de agosto de 2014

Por un Millón de Pasos: Castillo de Lopera y Torre de Boabdil

Castillo de Lopera

En Lopera encontramos uno de los mejores ejemplos de castillo construido por la Orden Militar de Calatrava en la provincia de Jaén. Declarado bien de interés cultural en 1991, esta fortaleza conserva el perímetro amurallado original, aunque a largo de los años, sirvió también de residencia e, incluso, como bodega a mediados del siglo XX.


Situado justo en el centro del municipio, el castillo, con planta de pentágono irregular, tiene dos recintos: uno externo formado por lienzos de muralla y protegido por cinco torres y, otro interno, en el que se alzan dos imponentes torres llamadas de San Miguel y de Santa María, respectivamente, y que están unidas entre sí por dos lienzos. La primera se utilizaba para controlar el acceso al alcázar. Como curiosidad, en esta torre todavía pueden verse los daños causados por un proyectil en la Guerra Civil española.

La torre de Santa María, por su parte, era la Torre del Homenaje. Contaba con dos estancias superpuestas. La de abajo fue transformada en oratorio durante las obras realizadas en el siglo XVI para convertir el castillo en residencia nobiliaria y, ya en el siglo XX, volvió a ser reformada con el fin de acondicionarla como sala de estar por parte de la familia propietaria.

Se da la circunstancia de que, a mediados del pasado siglo, se crea en el interior de la fortaleza loperana una bodega de vino, lo que alteró de forma notable la fisionomía original de la fortaleza. Entre otras, por ejemplo, se derrumba la poterna o puerta falsa que existía, se desmantela el cuerpo de campanas de la torre de Santa María y se sustituye por almenas y se construye una gran nave y una tolva de recogida de la uva.

Hoy día, el castillo, junto con la Casa de la Tercia, es el monumento más significativo de Lopera y uno de los más importantes de la Ruta de los Castillos y las Batallas de Jaén.

Murallas y Torre de Boabdil

Cuenta la tradición que en esta torre estuvo preso el último rey de Granada, Boabdil “El Chico”, tras ser capturado por el ejército cristiano en la batalla de Lucena, y aquí permaneció hasta que claudicó a las exigencias impuestas por los Reyes Católicos. Imponente por su altura y su buena conservación, nos encontramos ante una de las construcciones defensivas más bellas y soberbias de Andalucía.


De planta ochavada y 28 metros de altura, la torre de Boabdil o Torre Nueva es, por sí misma, un reclamo turístico que invita al viajero a visitar Porcuna. Monumento Histórico desde el año 1982, en su interior destacan los arcos y las bóvedas góticas de inspiración cisterciense de sus cámaras, mientras que desde el mirador de su terraza se puede contemplar el bello paisaje de la campiña olivarera jiennense.

La torre alberga, además, un museo municipal en el que se muestran interesantes vestigios del rico pasado de la localidad. No en vano, Porcuna destaca también por haber sido uno de los poblados iberos más importantes del mundo con ricos yacimientos arqueológicos como el de Cerrillo Blanco, hoy visitable y dotado de un centro de interpretación, o el del Cerro de los Alcores, y por haber sido una relevante ciudad romana,  conocida como Obulco, a la que, con frecuencia, hacen referencia autores como Plinio, Ptolomeo o Estrabón en textos de la época.

Tal y como se recoge en la placa testimonial que puede verse en su fachada principal, la torre de Boabdil fue construida entre 1411 y 1435 por la Orden Calatrava. La vinculación de esta orden militar con el municipio ha sido una constante a lo largo de su historia y, de hecho, se mantuvo hasta entrado el siglo XIX.  Como curiosidad basta señalar que, de los cinco prioratos que la orden tenía en Andalucía allá por el siglo XVI, dos estaban en Porcuna (los de San Benito y Santa María).

jueves, 14 de agosto de 2014

Por un Millón de Pasos: Avanzando por Jaén

Andújar

Es en la época romana cuando se construyen las primeras fortificaciones en Andújar, vinculadas al control del puente que permitía vadear el río Guadalquivir, y cuando comienza a adquirir gran relevancia gracias a la producción de cerámica terra sigillata que, incluso, llegó a exportarse por todo el imperio. La fortificación definitiva del poblado será obra de los almohades a partir de 1116, aunque, años después, esta tuvo que ser reparada debido a los daños causados por un terremoto que asoló la población.


El castillo o alcázar de Andújar se encontraba en lo que hoy es la llamada Plaza Vieja. Una vez en ella y situados en su acera izquierda, podemos seguir el recorrido de la antigua muralla, de la que, en algunas calles, todavía pueden verse parte de sus restos. Los mejores conservados se encuentran en la calle Silera, tres lienzos y dos torreones, próximos a la que se conocía como Puerta del Sol, una de las siete principales puertas de acceso. El recinto estaba defendido por 48 torreones y cuatro torres albarranas, además de un complejo sistema de puertas fortificadas, antemuros, terraplén y fosos.

Tras ser entregada por un reyezuelo árabe a Fernando III, Andújar se convirtió en punto estratégico para los cristianos ya que, desde aquí, se organiza el asalto y la conquista del Alto Guadalquivir.  Durante la Edad Media la ciudad experimenta un gran crecimiento. El hecho de que la población fuera creciendo más allá del recinto y la progresiva pérdida de sus funciones militares provocaron el deterioro de las murallas. Poco a poco, la fortificación se fue desmantelando o derruyendo, hasta que en el siglo XIX, con la desamortización, el castillo pasó a manos privadas, convirtiéndose, primero en casa de vecinos y, después, en casino. A principios del XX se aprobó su destrucción total para construir sobre su solar un cine que, paradójicamente, también hoy ha desaparecido.

Arjona

Arjona fue cuna de Alhamar, rey de Granada, fundador de la dinastía nazarí e impulsor de la construcción de la Alhambra. Gracias a él, el municipio adquirió un especial protagonismo dentro de Al-Andalus. De esa esplendorosa etapa se conservan aún algunos vestigios, entre los que destaca un aljibe del que fuera el castillo de Arjona que, recientemente, ha sido restaurado y musealizado para su aprovechamiento turístico.


Arjona estuvo defendida por uno de los recintos fortificados más complejos de la Península Ibérica. Todavía hoy se conservan imponentes vestigios de esta fortificación en el Paseo de los Mártires, donde pueden verse algunos paños de muralla y del antemuro que la defendía. Estas defensas medievales constaban de un recinto amurallado exterior de más de 2 kilómetros de longitud que abrazaba la población y, en su extremo más alto, una alcazaba o barrio fortificado, situado en la actual plaza de Santa María.

Junto a la iglesia, construida en el lugar en el que se cree estuvo la mezquita aljama, se conserva el espectacular aljibe medieval, posiblemente almohade, que reutiliza sillares y columnas romanas, algunas de ellas con inscripciones. El aljibe fue restaurado hace unos años. En él se puede ver un montaje audiovisual en el que, tomándolo como referencia, se cuenta la historia de Arjona, sus primeros asentamientos fechados entre la Edad del Cobre y la del Bronce, su destacado papel como oppidum ibérico o su relevancia como Urgavo o Urgao Alba, una de las principales ciudades romanas de la campiña.

Junto al aljibe, escondidos en los patios y entre las casas colindantes, pueden verse también algunas torres y restos de la muralla de la antigua alcazaba. Curiosamente, el castillo y el alcázar de Arjona sufrieron una gran transformación en el siglo XVII con el descubrimiento de las reliquias de los mártires, San Bonoso y San Maximiano. Para tal fin, en la plaza, se llevaron a cabo unas excavaciones arqueológicas que figuran entre las más antiguas de España. Los trabajos descubrieron las bases de un templo romano y una necrópolis argárica con tumbas que se identificaron como los restos de numerosos mártires cristianos sacrificados durante la persecución de Diocleciano y entre los que se encontraban los dos centuriones romanos que desde entonces son los patrones de Arjona.

Castillo del Trovador Macías

Escenario del célebre romance del trovador Macías, este castillo, de origen árabe, es uno de los principales atractivos de Arjonilla. La leyenda, que inspiró a escritores como Lope de Vega o Larra y que cuenta el desafortunado amor entre el joven Macías y Doña Elvira, es, además, el argumento central de las jornadas medievales que cada otoño se celebran en el municipio.


El recinto del antiguo castillo vuelve, de este modo, a ser escenario del desdichado amor entre Macías y doña Elvira. Son los propios vecinos de Arjonilla los que, con trajes y aperos de la época,  se encargan de revivir el infortunio de los dos enamorados. Cuenta la tradición que el joven trovador, originario de la villa gallega de Padrón y al servicio del Marqués de Villena, se enamoró perdidamente de doña Elvira, una de las damas del séquito de la marquesa, y casada con un hidalgo de un pueblo cercano. Los enamorados fueron descubiertos al tratar de huir y él, encarcelado en el castillo hasta que el desdeñado esposo decidió zanjar el romance arrojándole un venablo que le traspasó el corazón. La fatídica historia sirvió de inspiración para dos de los grandes de la literatura española, Lope de Vega y Mariano José de Larra en sus obras “Porfiar hasta morir” y “El doncel de don Enrique el Doliente”, respectivamente.

Del primitivo castillo islámico de Arjonilla se tiene constancia por las excavaciones hechas en el conjunto. De hecho, los trabajos realizados en 1988 dejaron al descubierto en un extremo del patio de armas los cimientos de una importante torre de planta cuadrada que podrían corresponder a la primitiva fortificación. Tras la conquista cristiana, la Orden de Calatrava dotó al conjunto de una notable torre-puerta, en cuyo aposento más alto la tradición señala estuvo preso y murió Macías el Enamorado. Es en esta época, además, cuando se construye la ermita de Santa Catalina, convertida con el tiempo en capilla del castillo y en la que, hasta el siglo XVII todavía existía el sepulcro del joven trovador.

El recinto tuvo siete lados, de los que tres se conservan en relativo buen estado, y una torre cuadrada, en la que se encuentra la puerta de acceso al castillo, conocida como Torre Techada.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Por un Millón de Pasos: Batalla de Bailén

El 19 de julio de 1808 las tropas españolas lideradas por el General Castaños vencían a las francesas. Un certero golpe a los ambiciosos planes de Napoleón y una victoria que dejó en evidencia la invencibilidad del ejército francés.

Poco podría imaginar Napoleón Bonaparte en los días previos a la batalla que un ejército formado por milicianos, sin apenas experiencia en combate y no demasiados recursos, derrotaría, por primera vez en campo abierto, a sus prestigiosas tropas. No en vano, Bailén, además de marcar un hito en la historia contemporánea de España, supuso el principio del fin de la ocupación francesa y un duro revés a los planes imperialistas de Napoleón.


La batalla de Bailén se enmarca dentro de la Guerra de la Independencia en la que el pueblo español se hizo en armas para luchar contra la ocupación francesa. El Tratado de Fontaineblue autorizó a Napoleón para que sus tropas atravesaran España pero, lo que en principio iba a ser un mero tránsito se convirtió en una invasión en toda regla. Confiado en el éxito de sus planes, ordena la ocupación del Sur de España y, de paso, intenta rescatar una escuadra francesa bloqueada en la bahía de Cádiz. Es en este contexto cuando comienzan a sucederse las primeras revueltas populares hasta que el pueblo español decide hacer frente a las tropas invasoras.

Para muchos historiadores es este, la participación e implicación del pueblo, otro de los factores claves que hacen posible la victoria española en Bailén. El papel de los vecinos de la villa jiennense fue determinante a la hora de suministrar agua a los combatientes para beber y refrescar la artillería en una jornada en la que, según las crónicas, se superaron con creces los 40 grados a la sombra. De hecho, sumado el ardor guerrero de los milicianos españoles, algunos autores atribuyen a la enloquecedora sed y al calor, la principal causa de la derrota francesa. La colaboración del pueblo de Bailén quedó desde entonces simbolizada en el personaje de María Bellido y reflejada en el escudo de la localidad con el dibujo de un cántaro.

La capitulación del ejército francés fue firmada por Castaños y el general francés Dupont en una humilde venta junto al arroyo Rumblar. La derrota desató la ira de Napoleón que, en respuesta, vino a España al frente de un ejército de doscientos cincuenta mil hombres con los que ocupó la península, a excepción de Cádiz, que resistió heroicamente.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Por un Millón de Pasos: Castillo de Baños de la Encina

Es uno de los castillos mejores conservados de toda al-Ándalus. Sus muros de tabiyya son la mejor muestra de arquitectura militar andalusí de toda Europa. A lo largo de la historia, este castillo ha servido como refugio de guerreros hasta estancia real o cementerio parroquial, incluso de plató de cine de películas como “El capitán Trueno”  y “El Santo Grial”. Sin duda, uno de los castillos de la ruta con una impronta paisajística única.


La fortificación está situada en el casco histórico de Baños de la Encina, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1969 y en el que destacan también otros monumentos de gran interés como la iglesia de San Mateo, la ermita del Cristo del Llano – una joya del barroco andaluz- o las distintas casas señoriales que retrotraen al visitante a siglos pasados.

Nada más cruzar el arco de herradura de la puerta que da acceso al castillo, uno puede ya imaginarse cómo sería la vida en aquel recinto fortificado de hace más de ocho siglos. Las últimas excavaciones arqueológicas realizadas nos permiten pasear por las que fueron sus calles, entrar en las viviendas, patios, almacenes o ver el aljibe construido en el centro del patio de armas y con el que se abastecía de agua a los habitantes.

El castillo fue edificado en época Almohade, según las dataciones más recientes de C14 se fundó entre los años 1120 y el 1230, realizado con la técnica del tapial y aprovechando el privilegiado emplazamiento, en el llamado Cerro del Cueto. Pero la ocupación del cerro data desde época prehistórica, los restos arqueológicos localizados más antiguos nos hablan de la presencia humana en este lugar desde al menos el año 3500 a.n.e. También de la época romana se han localizado los restos de un posible templo o monumento funerario, del que se conservan una escalinata y tres capiteles.

Con el paso del tiempo y el devenir de la historia, la actividad en el castillo fue decreciendo y con ella, la vida en el interior de sus muros. Resulta anecdótico que una de sus últimas utilidades fuera la de servir como cementerio para los vecinos de la villa, uso que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX.


A lo lejos, el castillo impresiona por la sobria majestuosidad de sus ocres murallas. A lo largo de ellas se reparten sus quince torres, entre las que destaca la torre del homenaje. De mayor altura que el resto, es una de las principales aportaciones hechas tras la conquista castellana, allá por el año 1225. En ella encontramos otra de las curiosidades de la fortaleza. A diferencia de lo que ocurre en construcciones similares, esta torre no está orientada hacia el exterior, hacia la campiña, sino hacia el interior, hacia la población campesina, señal de que esta era una construcción señorial y reflejo del poder de sus dueños. Además, otro rasgo distintivo es que, aún siendo su base cuadrada, el frente externo de la torre se hizo de forma redondeada. La razón, sencilla y de pura lógica: en el momento de construirse, el uso de la artillería había empezado a generalizarse y era de sobra conocido que las esquinas apuntadas resultaban más frágiles a la acción de la pólvora.