Desde sus orígenes, Alcalá la Real fue un enclave apreciado al ser lugar de paso obligado de las vías que, desde la costa, se dirigían hacia el interior de la Península. No es de extrañar, pues, que la defensa de la ciudad fuera una de las principales preocupaciones de las distintas autoridades, tanto musulmanas como cristianas. Ello marcó no sólo su urbanismo y arquitectura, sino también la vida de sus gentes, dedicadas en buena parte a la actividad militar, sus manifestaciones religiosas o su tiempo de ocio.
Alcalá reproduce el esquema general de la ciudad islámica, en tres conjuntos fortificados: la madina, el alcázar y el arrabal. Es por este último por donde podemos comenzar nuestra ruta hasta la cumbre del cerro donde, junto al alcázar, se sitúa el otro edificio que sobresale entre el conjunto monumental amurallado: la Iglesia Mayor Abacial.
Llamado por los cristianos Arrabal Viejo o Arrabal de Santo Domingo, de este recinto quedan algunos restos, entre ellos, un gran lienzo de muralla que circunda la ladera Sureste de la Mota y la iglesia de Santo Domingo de Silos, hoy en ruinas, de estilo gótico y, según algunos autores, edificada sobre una antigua mezquita.
De la antigua medina, por su parte, podemos ver algunas de las numerosas puertas o restos de torres que formaban parte del complejo sistema de acceso hacia la cumbre de La Mota. Es el caso de la Puerta de las Lanzas, la Puerta de la Imagen, una de las principales puertas de la ciudad y muy similar a la Puerta de la Justicia de la Alhambra de Granada, o la Puerta del Peso de la Harina, atravesando la cual se accede directamente a la Plaza Alta. Además, también destaca la llamada Torre de la Cárcel, durante años en ruinas a causa de una voladura durante la guerra napoleónica y restaurada recientemente.
El recorrido por el antiguo recinto medieval desemboca en la cumbre del cerro donde se enclavan el Alcázar y la Iglesia Abacial, símbolos de la ciudad. De forma triangular, el Alcázar está formado por tres torres, la de la Campana o de la Vela, la Torre Mocha y la Torre del Homenaje, la de mayor altura (20 metros) y en la que se sigue apreciando su origen islámico.
Con la conquista de Granada, las necesidades defensivas fueron decreciendo y la población trasladándose hacia las zonas más bajas. Aún así, el recinto fortificado de La Mota siguió siendo el centro del poder civil y religioso. A ello contribuyó el hecho de que, a partir de la conquista cristiana, Alcalá se convirtiera en sede abacial lo que se tradujo en un importante desarrollo socio-económico durante la época renacentista. La Iglesia Mayor Abacial en La Mota, junto con el antiguo Palacio Abacial en el actual centro urbano, son los máximos exponentes arquitectónicos de este periodo.
Edificada entre los siglos XVI y XVII sobre la antigua iglesia mandada construir por Alfonso XI, en ella se observan diferentes estilos artísticos. Mientras, poco a poco, La Mota se iba despoblando con el paso de los siglos, la Iglesia Mayor Abacial fue el único edificio que siguió en funcionamiento hasta la llegada de las tropas francesas en 1810. Estas, después de desmantelarla, le prendieron fuego en su retirada. Fue el punto de partida de un proceso de abandono y deterioro, en el que fue utilizada como cementerio e, incluso, llegó a ser demolida en parte por orden municipal.
Junto al soberbio conjunto monumental de la Fortaleza de la Mota, Alcalá la Real conserva un centro histórico muy interesante. Se trata de una ciudad media de Andalucía equidistante entre las ciudades vecinas de Córdoba, Granada y Jaén, donde conviven en perfecta armonía la tranquilidad y el sosiego del mundo rural, en un entorno natural privilegiado como es la Sierra Sur, con los modernos y cualificados servicios de una ciudad del siglo XXI.
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