jueves, 14 de agosto de 2014

Por un Millón de Pasos: Avanzando por Jaén

Andújar

Es en la época romana cuando se construyen las primeras fortificaciones en Andújar, vinculadas al control del puente que permitía vadear el río Guadalquivir, y cuando comienza a adquirir gran relevancia gracias a la producción de cerámica terra sigillata que, incluso, llegó a exportarse por todo el imperio. La fortificación definitiva del poblado será obra de los almohades a partir de 1116, aunque, años después, esta tuvo que ser reparada debido a los daños causados por un terremoto que asoló la población.


El castillo o alcázar de Andújar se encontraba en lo que hoy es la llamada Plaza Vieja. Una vez en ella y situados en su acera izquierda, podemos seguir el recorrido de la antigua muralla, de la que, en algunas calles, todavía pueden verse parte de sus restos. Los mejores conservados se encuentran en la calle Silera, tres lienzos y dos torreones, próximos a la que se conocía como Puerta del Sol, una de las siete principales puertas de acceso. El recinto estaba defendido por 48 torreones y cuatro torres albarranas, además de un complejo sistema de puertas fortificadas, antemuros, terraplén y fosos.

Tras ser entregada por un reyezuelo árabe a Fernando III, Andújar se convirtió en punto estratégico para los cristianos ya que, desde aquí, se organiza el asalto y la conquista del Alto Guadalquivir.  Durante la Edad Media la ciudad experimenta un gran crecimiento. El hecho de que la población fuera creciendo más allá del recinto y la progresiva pérdida de sus funciones militares provocaron el deterioro de las murallas. Poco a poco, la fortificación se fue desmantelando o derruyendo, hasta que en el siglo XIX, con la desamortización, el castillo pasó a manos privadas, convirtiéndose, primero en casa de vecinos y, después, en casino. A principios del XX se aprobó su destrucción total para construir sobre su solar un cine que, paradójicamente, también hoy ha desaparecido.

Arjona

Arjona fue cuna de Alhamar, rey de Granada, fundador de la dinastía nazarí e impulsor de la construcción de la Alhambra. Gracias a él, el municipio adquirió un especial protagonismo dentro de Al-Andalus. De esa esplendorosa etapa se conservan aún algunos vestigios, entre los que destaca un aljibe del que fuera el castillo de Arjona que, recientemente, ha sido restaurado y musealizado para su aprovechamiento turístico.


Arjona estuvo defendida por uno de los recintos fortificados más complejos de la Península Ibérica. Todavía hoy se conservan imponentes vestigios de esta fortificación en el Paseo de los Mártires, donde pueden verse algunos paños de muralla y del antemuro que la defendía. Estas defensas medievales constaban de un recinto amurallado exterior de más de 2 kilómetros de longitud que abrazaba la población y, en su extremo más alto, una alcazaba o barrio fortificado, situado en la actual plaza de Santa María.

Junto a la iglesia, construida en el lugar en el que se cree estuvo la mezquita aljama, se conserva el espectacular aljibe medieval, posiblemente almohade, que reutiliza sillares y columnas romanas, algunas de ellas con inscripciones. El aljibe fue restaurado hace unos años. En él se puede ver un montaje audiovisual en el que, tomándolo como referencia, se cuenta la historia de Arjona, sus primeros asentamientos fechados entre la Edad del Cobre y la del Bronce, su destacado papel como oppidum ibérico o su relevancia como Urgavo o Urgao Alba, una de las principales ciudades romanas de la campiña.

Junto al aljibe, escondidos en los patios y entre las casas colindantes, pueden verse también algunas torres y restos de la muralla de la antigua alcazaba. Curiosamente, el castillo y el alcázar de Arjona sufrieron una gran transformación en el siglo XVII con el descubrimiento de las reliquias de los mártires, San Bonoso y San Maximiano. Para tal fin, en la plaza, se llevaron a cabo unas excavaciones arqueológicas que figuran entre las más antiguas de España. Los trabajos descubrieron las bases de un templo romano y una necrópolis argárica con tumbas que se identificaron como los restos de numerosos mártires cristianos sacrificados durante la persecución de Diocleciano y entre los que se encontraban los dos centuriones romanos que desde entonces son los patrones de Arjona.

Castillo del Trovador Macías

Escenario del célebre romance del trovador Macías, este castillo, de origen árabe, es uno de los principales atractivos de Arjonilla. La leyenda, que inspiró a escritores como Lope de Vega o Larra y que cuenta el desafortunado amor entre el joven Macías y Doña Elvira, es, además, el argumento central de las jornadas medievales que cada otoño se celebran en el municipio.


El recinto del antiguo castillo vuelve, de este modo, a ser escenario del desdichado amor entre Macías y doña Elvira. Son los propios vecinos de Arjonilla los que, con trajes y aperos de la época,  se encargan de revivir el infortunio de los dos enamorados. Cuenta la tradición que el joven trovador, originario de la villa gallega de Padrón y al servicio del Marqués de Villena, se enamoró perdidamente de doña Elvira, una de las damas del séquito de la marquesa, y casada con un hidalgo de un pueblo cercano. Los enamorados fueron descubiertos al tratar de huir y él, encarcelado en el castillo hasta que el desdeñado esposo decidió zanjar el romance arrojándole un venablo que le traspasó el corazón. La fatídica historia sirvió de inspiración para dos de los grandes de la literatura española, Lope de Vega y Mariano José de Larra en sus obras “Porfiar hasta morir” y “El doncel de don Enrique el Doliente”, respectivamente.

Del primitivo castillo islámico de Arjonilla se tiene constancia por las excavaciones hechas en el conjunto. De hecho, los trabajos realizados en 1988 dejaron al descubierto en un extremo del patio de armas los cimientos de una importante torre de planta cuadrada que podrían corresponder a la primitiva fortificación. Tras la conquista cristiana, la Orden de Calatrava dotó al conjunto de una notable torre-puerta, en cuyo aposento más alto la tradición señala estuvo preso y murió Macías el Enamorado. Es en esta época, además, cuando se construye la ermita de Santa Catalina, convertida con el tiempo en capilla del castillo y en la que, hasta el siglo XVII todavía existía el sepulcro del joven trovador.

El recinto tuvo siete lados, de los que tres se conservan en relativo buen estado, y una torre cuadrada, en la que se encuentra la puerta de acceso al castillo, conocida como Torre Techada.

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